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Entre Nosotras
Siempre atractiva
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Atractiva a cualquier edad

 

Por cierto que se trataba de un hombre viejo, sin techo quizás, sentado en un banco de una plaza con una botella a su lado. "¡Adiós preciosa!", me dijo al verme pasar. Sonreí y seguí mi camino. Todavía soy sensible a los piropos, vengan de quien vengan. Todavía me gusta sentirme apreciada. ¿Y por qué no habría de serlo? Como suele decirse, el juego no termina hasta que se acaba. Y la gente mayor también puede ser atractiva.

 

El verdadero atractivo físico consiste en el destello de entusiasmo que ilumina el rostro de una persona. En el brillo de sus ojos y no en los surcos de su frente. Es algo que tanto hombres como mujeres, tienen o no tienen. Es la capacidad para usar el color y la ropa para expresar su gusto individual. Involucra un cierto orgullo de sí mismo así como un dejo de calidez, una promesa de afecto por los demás. El encanto no es frialdad de corazón ni egoísmo. Un iceberg podrá ser majestuoso e intimidante, pero no nos sentimos particularmente atraídos hacia él. Mientras que un jardín con plantas en flor, lleno de árboles que dan sombra y surcado por misteriosos senderos que conducen a lugares insospechados, siempre resulta encantador.

 

Hace poco almorcé con una amiga mía de toda la vida, muy inteligente, ya viuda, de más de 60 años. Llevaba puesto un chal gris perla sobre una blusa también gris y pantalones rectos. No tenía maquillaje alguno. Su espeso cabello que nunca tiñó estaba recogido con una hebilla. No llevaba alhajas ni adorno alguno. Le hice la pregunta equivocada: "¿Estás saliendo con alguien?". Me miró como si no estuviera en mis cabales. "¡Oh no!", dijo. "¡He dejado todo eso de lado!" Resultó que no era sólo el sexo lo que había dejado de lado, sino la esperanza de encontrar otro compañero o un nuevo amigo del sexo opuesto. Luego me contó que ya no trabajaba, ni cumplía tareas como voluntaria, ya había dejado de ir al gimnasio y tampoco tomaba curso alguno. Carecía por completo de atractivo. Observándola a través del salón, nadie se hubiese aproximado a ella para intentar conocerla. En realidad, lucía deprimida y la depresión borra todo vestigio de encanto, mata nuestro interés por los demás, por el mundo fuera de nosotros mismos. Despoja a la vida de todo color.

 

Tengo en cambio un amigo que es super atractivo. Está felizmente casado y aunque ya no trabaja todo el día, siempre está encarando algun nuevo proyecto. Acostumbra usar una de esas gorras irlandesas que lleva un poco ladeada sobre sus ojos. Le encantan los sweaters de cuello polo, le divierten los tiradores y usa pantalones de corderoy. Tiene millones de opiniones sobre todos los temas habidos y por haber. Usa un viejo pullover verde con un agujero en el codo que se pone hasta para salir a cenar. Su encanto reside en el gozo manifiesto con que es capaz de probar un vino de excelente calidad. Podría decirse que éste es el retrato de un hombre agradable, pero es mucho más que eso. Se trata de la intensidad de su espíritu, la ferocidad de sus convicciones, la manera en que no se limita a viajar y tomar fotos sino que permite que una parte de cada lugar en el que ha estado, penetre en su vida y cubra sus paredes en la forma de máscaras que ha traído del Africa o mapas del Tibet.

 

Conozco también a una mujer, una muy atractiva mujer, que jamás sale de su casa sin ponerse algún accesorio como un pañuelo de seda, una flor o un lindo prendedor en su solapa. Vaya donde vaya, está siempre a la pesca de alguna nueva baratija para renovar su aspecto. Suele encontrar verdaderos tesoros en negocios insólitos. Le gusta usar sombreros, que realmente le quedan a las mil maravillas, y si sale en zapatillas porque llueve es seguro que llevará en una bolsa sus zapatos de taco alto para cambiarse al llegar a destino. Su encanto no reside en la elección de su ropa, si bien su estilo es personal y elegante a la vez. Más bien consiste en el placer que saca de la vida. Adora el cine y sigue la carrera por los Oscar con el mismo entusiasmo que los jóvenes dedican a un campeonato de futbol. Está siempre invitando amigas a su casa e insistiendo que ésta conozca a aquella "¡porque tienen tanto en común!". Invita con más frecuencia de lo que lo hace ninguna de mis otras amigas y siempre está dispuesta a salir.

 

El atractivo en una persona de más de 50 años va más allá de lo puramente físico. Reside en la atención que se presta a sí misma, en su expectativa del gozo que le deparará cada nuevo día. Lucir bien es tan sólo una parte, pero la apariencia está íntimamente conectada con el espíritu y no separada de él. El lápiz labial, una blusa nueva, un chal especialmente femenino son sólo elementos para acentuar el  encanto y no su fuente. Recuerdo haber visto en una excursión de pesca a la que acompañé a mi marido, a una mujer de aproximadamente 70 años que llevaba una camisa de algodón a cuadros sentada en un bote cercano al nuestro. De repente levantó su caña bien alto para mostrarnos la enorme trucha que acababa de pescar. Su frente brillaba perlada por el sudor, pero estaba tan exultante por el triunfo del momento, se la veía tan sonrosada y excitada con su éxito que cuando me sonrió me pareció la mujer más atractiva que había visto en mi vida. Algo en la manera en que tenía calzada su gorra de pesca me hizo pensar que quería tener una gorra y una camisa desteñida iguales a las de ella. ¡Pero lo que en realidad quería era su espíritu!

 

Sin placer, ningún cosmético ni prenda de ropa por sentadora que sea bastará  para añadir por sí sola encanto a nuestra persona. Lo que no equivale a decir que el glamour no se ponga también de manifiesto a través de nuestro estilo personal.  Tenemos que aprender a conocernos a nosotras mismas. Lo que en algunas mujeres queda estupendo, puede resultar totalmente inadecuado para otras.

 

Se habla mucho de cremas que desafían el paso del tiempo y nos olvidamos que el factor más importante para seguir siendo atractivas reside en nuestra actitud. La cirujía plástica puede llegar a arruinar por completo nuestro encanto, haciendo que nuestro rostro se vea como una máscara, estropeando nuestra sonrisa y borrando el destello de simpatía e inteligencia que sugerían nuestra arrugas. En el mejor de los casos, la cirujía plástica revela el descontento con nuestra propia persona.

 

La felicidad, la dulzura, el vivir la vida siempre conectada con lugares, cosas y gente es gran parte del encanto. Yo uso un reloj que me regaló mi hija porque fue ella quien me lo dio. Me encanta ponerme un sweater que usé durante un viaje que hicimos al sur hace ya algunos años. Pienso, aunque por supuesto no puedo probarlo, que en ese viejo sweater ha quedado estampado hasta el día de hoy el amor que siento por esas montañas y lagos. ¡Y siempre me siento más atractiva cuando lo uso!

 

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